Volvía como cada noche a la soledad de su apartamento deshabitado, y llenaba la bañera de sales y amargura.
El teléfono sonaba a lo lejos, pero su tintineante melodía le traía sin cuidado.
Mientras se desnudaba, repasaba lo que había hecho, firmar papeles, revisar listas y mirar el reloj continuamente.
Finalmente, se metió dentro, deseando no volver a salir, de ese universo de vaho y espuma, y se fue adormaciendo lentamente.
Nadie sabe que paso después, el teléfono continuó sonando, y del grifo no cesó de brotar agua, pero no había rastro de aquella persona que había habitado minutos antes en aquel lugar, seguramente será que de vez en cuando, se cumplen los deseos mas ansiados y esta vez, nada era mejor que evaporarse entre el aliento de una fiera desahogada.
Me ha encantado este texto.
ResponderEliminarSigo tu blog.
Besos!!!