Alice se levantó sobresaltada aquella mañana,
su aliento se había llevado la noche por sorpresa,
y no le quedaba mas remedio que apartar las sábanas a un lado
y luchar contra el frió de la mañana.
Una vez en pie, contempló su cuarto,
tan lleno de pósters de Audrey Hepburn,
que le hacían regresar a viejo Hollywood,
y perderse entre sus calles.
Se asomó a la ventana,
y al intento de respirar, exhaló una bocanada de vaho.
Hacía demasiado frío ahí fuera,
para conformarse con llevar un único y fino pijama.
Pero el paisaje de pinos blancos y nevados,
tiraba de ella atándola a una cuerda imaginaria.
Así que, cojió su abrigo desgastado y viejo,
y lo posó sobre su piel pálida y delicada,
para, acto seguido,
abrir la puerta y salir a la calle.
Pero, cuando lo hizo,
se dio de bruces con la realidad,
las lleves estaban dentro,
y ahora ella, tendría que pasar la noche con los lobos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario