La bestia salio de su cueva, y se introdujo en el puente prohibido, aquel, donde acababan los cuentos infantiles, y se colaban los resquicios amargos de sus finales dulces.
Alli, donde habitaba el veneno y la muerte.
Se acurruco en un arbusto de pinchos, y esparció su dolor en ellos; soñó con nubes negras y ásperas, mientras sus colmillos susurraban palabras ambiguas y extrañas.
Meció las pesadillas más feroces, y se durmieron en sus brazos. Acunó las atemorizadoras historias, que jamas fueron contadas, y absorvió el mal restante. El jugo de la esencia oscura, desapareció en su traquea, le habia costado la vida, pero ya, nada externo le dañaría jamás.
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