Él, es el hombre que me dio la luna. Fue hace mucho tiempo, apenas lo recuerdo con exactitud.
Apareció de repente, como las rosas del desierto. Silencioso y cauto.
Recuerdo que temblaba, quizá por el frió, o el nerviosismo, aunque realmente, supongo que no era por algo tan sencillo.
Reía. Continuamente, imitando en cierto modo a un río de cascabeles amarillos, de esos que se encuentran de repente, en cualquier esquina de la calle. (...)
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