Supongo que esto es un adiós, y no de esos que luego se convierten en hasta luego. Me pensé muchas veces entrar y volver a despedirme con alguna excusa tonta, pero quedaría inevitablemente como una buena estúpida.
Te echaré mucho de menos, no lo dudes, y sucumbiré indudablemente entre los recuerdos de aquellas sonrisas.
Reflejabas demasiado bien la vía de escape de todo lo que odiaba.
Pero sabia que si de nuevo traspasara el umbral una vez más, necesitaría otra y así sucesivamente para no olvidarte.
Sí, tenía fotos, pero no expresaban la vida de ese brillo, que en tus ojos ensombrecía a los míos. Y me pedías que te llamara algún día, pero ambos sabíamos, que no había ninguna razón aparente para ello, y hacerlo, sonaría raro.
Había contado y alargado tantas veces las horas que me quedaban hasta ahora, que se me hace imposible reaccionar ante la idea de no reír mas junto a tu risa.
Aquellos vaqueros desgastados, tus zapatos, tu pelo... no podías hacer que me despidiera de todo aquello, y menos ahora, que nada era mejor que tú.
Sé, que tampoco querías decirme adiós, no era una decisión, quizás el destino, si es que alguien aún cree verdaderamente en él.
Para mí simplemente todo se basaba en construir una muralla, capaz de amortiguar los alaridos de tus memorias.
Golpeaste inesperadamente sobre mi abrigo, todo salio demasiado bien, y aún sin saberlo, conseguiste que mirara el reloj expectante ante el movimiento de sus agujas.
Pero todo acaba, simplemente, porque empieza, así que supongo que despedirme, es la mejor manera de avanzar en mi camino de piedras desgastadas, de nuevo, de espaldas al mundo para así conseguir arrancar de cuajo la rosa sin raíces que sembraste en mi pequeño e insólito universo.
Besos
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