Frozen Chords

Frozen Chords
Hay muchos caminos pero este es el mio.
"Si la mente humana fuera tan simple como para que pudiéramos entenderla, seríamos tan simples que nos resultaría imposible".

miércoles, 19 de septiembre de 2012

¿Qué como me llamo? No importa ¿Que quien soy? No me conoces ¿Entonces, que voy a contarte? Lo se, ando demasiado misteriosa, no obstante, solo es que no estoy dispuesta a contestar a preguntas banales.
¿Que importa mi nombre ahora que me voy a ir? Siempre puedes esperar, y leerlo en mi lápida. Eso no te lo puedo impedir.
Pero sinceramente, ¿Que diferencia hay entre  decirte que es Ana o María? ; quizás conozcas a una tal Ana que te ha caído muy bien y yo no quiero eso. Que me prejuzgues por otros, porque por encima de todo, no quiero ser razón de admiración.
Lo que hice no estuvo bien, lo se. Pero tuve mis razones
Ya. Ahora dirás que no hay excusas para matar a nadie pero ¿Qué sabes tu? Si ni siquiera le conoces.
Si hubieras visto como me perseguía, el modo en que cortaba mis rosas, como me incordiaba todo en todo momento, y sobretodo las cartas que me mandaba... Habrías cambiado de opinión.
Entiendo. Sigues llamándome culpable. Nunca he pedido tu perdón, pero déjame explicarte que él también lo era.
Desperté en mitad de la noche mientras tiraba piedras contra mi ventana, sopese las posibilidades de ignorarle, pero el sueño, ya se había marchado a bailar con la luna, y las piedras impactaban cual meteoritos colapsando con la tierra.
Baje las escaleras a tientas, con un fino camisón de verano, y mis nuevas zapatillas verdes de terciopelo. Deposité somnolienta la mano sobre el pomo de la puerta y acerqué el ojo a la mirilla.
¿Quién es? -Pregunte con esa extraña voz que nos caracteriza a los recién levantados. Un tanto aguda, un tanto temblorosa, como si hubiera perdido práctica en una sola noche.
Pero no hubo respuesta. Un a gabardina amarilla, junto con lo que pude adivinar que era un chico de unos 23 años, me esperaba sonriente al otro lado de la puerta.
Curiosidad. La maldita curiosidad me hizo abrirle la puerta. Parecía tan amable, que me recordaba a las nubes esponjosas que danzan sobre el cielo. Pero olvidé, que a menudo, ciertas nubes, se convierten en tormenta.
-¿Que quieres?-Pregunte un tanto molesta por tanto silencio-
-Me preguntaba.- Dijo con voz de cascabel-si me podías dejar un poco de sal.
No pude contestar, ¿sal? ¿a las 4 de la mañana? eso no es algo muy corriente, al menos a mi, nunca me habían despertado por algo tan absurdamente incoherente.
-Si, ya sabes. Esos polvos cristalinos y solubles, que se encuentran todos juntos en un tarro.
-Se lo que es la sal.
-Oh, ¿no tienes entonces? Vaya, gracias de todos modos.

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