Abres la puerta temblorosa, y cierras fuertemente el cerrojo, con una brusquedad inhumana; la fuerza de una bestia.
Abres tu bolso; móvil, pañuelos, tiritas y un bote semitransparente que acude a tus dedos rápidamente dices que te las ha recetado el médico, juras que son medicinas, pero ¿tantas?, y es que un alma rota no se cura a base de pastillas para la depresión, ¿qué importa?, son tu único remedio, te adormecen, te engañan, te creen muerta, ausente, ilusa, y cuando ya no están ahí, corres de nuevo a cubrir tu cuerpo con su abrazo.
Cuando no las tienes, lloras, como un desconsolado peluche abandonado, necesitas que alguien te quiera, y ellas, te aman.
Mis advertencias vanas atoran tus oídos, porque piensas que el amor lo puede todo, luego en tu funeral nos preguntaremos si podíamos haber hecho algo; claro que sí, pero tú, loca enamorada, no nos habrías escuchado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario